Las primeras sociedades filarmónicas, herederas de una milenaria tradición asociativa occidental nacida en Grecia en el siglo V a.n.e., surgieron en Cuba en la década del veinte del siglo XIX. Estas seguían el modelo de las creadas en La Habana (1824), Matanzas (1829) y Santiago de Cuba (1839). Florecieron en Bayamo en el año 1840 con la creación de la Sociedad Filarmónica Isabel Segunda,1 ubicada en uno de los extremos de la Plaza con el mismo nombre, hoy Plaza de la Revolución. La Sociedad servía a la vez de teatro y estaba destinada a fomentar el amor a las artes, particularmente a la música, la literatura y el teatro.
En el nacimiento y desarrollo de esta institución incidió varios aspectos económicos y culturales; dentro del primero cabe significar el apoyo brindado por un grupo de familias2 con un status económico solvente; mientras en el segundo se contaba con la sólida cultura y preparación intelectual de muchos de sus miembros y componentes de la directiva, así como las ideas sobre el progreso sociocultural que primaba en Bayamo.
Los más distinguidos intelectuales bayameses: Carlos Manuel de Céspedes, José Fornaris, Francisco Maceo Osorio, José Joaquín Palma, Pedro Figueredo, José María Izaguirre, Lucas y Francisco del Castillo, Francisco Vicente Aguilera, Ignacio Martínez Valdés, Eligio Izaguirre, Eugenio Odoardo y muchos otros, después de diplomarse en los mejores colegios de la capital cubana y de Europa, encontraron espacio en la Sociedad Filarmónica y se insertaron de manera activa en la vida ideo-cultural de la ciudad, de modo particular a través de la poesía, la narrativa, la música, el teatro y la pedagogía.
El foco de interés de esta pléyade de ilustrados no se ciñó solo al ámbito artístico-literario sino que abarcó a la compleja problemática cubana determinada por la oprobiosa dominación colonial. En este ambiente cultural, artístico y profesional se respiraba el anhelo libertario de alcanzar la prosperidad de Cuba por la vía de la independencia.
En 1849, al presentar el local un deterioro constructivo, se acuerda el cierre de la Sociedad Filarmónica Isabel Segunda. Le sucedió, la Sociedad Filarmónica Cubana,3 inaugurada el 24 de febrero de 1851, 4 y heredó de la anterior el local, muebles y enseres. Fueron nombrados para director y vicedirector respectivamente, “los Sres. Ldo.
D. Pedro Figueredo y segundo comandante D. Felipe de Castro; para secretario y vice-secretario los Sres. Ldos. D. Carlos Manuel de Céspedes y D. Ramón de Céspedes, por ese orden; y para tesorero y vicetesorero, los Sres. Ldo.
D. Manuel Yero y D. José Catalán, respectivamente”.5
La nueva dirección asumió con seriedad y prontitud su nombramiento; la función de inauguración se fijó para el primero de abril a las 11:00 de la mañana, coincidió con el primer día del carnaval. Por la noche se efectuó en su hermoso salón un baile público dedicado a los vecinos de la ciudad; el día 2 se realizó otro gran baile popular para los artesanos.6
A partir de entonces Bayamo comenzó a experimentar un florecimiento cultural que se gestó en torno a la Sociedad Filarmónica; esta institución se convirtió en el alma de la cultura bayamesa y en un importante centro de promoción de la ciencia, el arte y los valores ciudadanos, determinantes en la consolidación de una conciencia patriótica.
1 Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo escribieron: “El día 24 de febrero del año 1851 quedó constituida la Sociedad Filarmónica de Bayamo con Pedro Figueredo de presidente y Carlos Manuel de Céspedes de secretario. Fue inaugurada el día 2 de marzo.” Carlos Manuel de Céspedes, ob. cit., p. 25. Afirmación tomada de El Redactor, marzo 2 de 1851. Ambos investigadores omitieron que a continuación dice. “El día 4 se dará el primer baile de la nueva sociedad que se ha situado en la misma casa que antes estuvo”. Existen evidencias documentales en los periódicos El Redactor, El Diario de La Habana y el Avisador del Comercio que corroboran esa afirmación. En Bayamo existía una sociedad filarmónica anterior al mes de mayo de 1840.
2 La mayoría eran notables profesionales, dueños de tierra, ingenios y de los principales negocios de la ciudad entre los que se encontraban: Aguilera, Céspedes, Figueredo, entre otros.
3 Esta sociedad era sustentada por suscripción de sus socios, se dividió en las secciones de: Literatura, Declamación, Canto, Música y Baile; además contaba con un gabinete de lectura y una biblioteca con obras donadas por los socios, área para juego de ajedrez, dominó, tresillo y lotería.
4 El Redactor, Santiago de Cuba, 2 de marzo de 1851.
5 Ídem.
6 Ibídem, 6 de abril de 1851. |
El movimiento cultural que pugnaba por abrirse paso en la ciudad de Bayamo, desde la década de 1830 adoptó una postura cada vez más crítica frente a los valores forasteros. Había un cierto orgullo por representar los elementos del entorno del valle del Cauto y el golfo del Guacanayabo como parte de una identidad y una tradición que venía del resultado del forcejeo siempre rebelde y libre de los habitantes de esta región.
Quienes abogaron por la formación de una sociedad cultural Filarmónica, similar a las que existían en La Habana, Matanzas y Santiago de Cuba, fueron Carlos Manuel de Céspedes, Pedro Figueredo y Ramón de Céspedes. Sería el espacio social para que los criollos celebraran reuniones y actividades de recreación. Por cierto, ya los peninsulares se agrupaban en los llamados casinos españoles.
La idea encontró eco en emprendedores amigos como Lucas del Castillo, Jorge Tamayo, Antonio Núñez y Esteban Estrada, entre muchos otros. Llenos de fe comenzaron a hacerse los proyectos para la construcción de una sede, escogiendo el lateral este de la Plaza Real.
El reglamento interno de la institución correspondió redactarlo al abogado Ramón de Céspedes y el bachiller Carlos Manuel de Céspedes. El objeto era ofrecer a las familias bayamesas, honestas y laboriosas, un espacio para el esparcimiento y la cultura. Entre sus actividades estaría escuchar música, cultivar la poesía y jugar ajedrez.
Además, el escenario servía para juegos de dominó y tresillo. Aunque no se ha podido localizar este reglamento, se sabe que en las actividades los socios recaudaban fondos para mejorar el entorno urbano de la ciudad y ayudar en la salubridad.
La construcción fue levantada de paredes de madera y techo de tejas criollas. Fue dividida en varios salones, uno amplio para los bailes y cuatro más pequeños para tocador y diversos juegos como cartas, tresillo y dominó. La Sociedad Filarmónica de Bayamo tuvo como primer director al propio Carlos Manuel de Céspedes. Era un proceso lógico reconocer de tal manera al joven que más animaba ese proyecto.
En aquel ambiente modesto los vecinos acudían a los bailes, conferencias, debates y las veladas literarias. Algunos temas versaron sobre los males económicos y sociales del país y, particularmente, de la región bayamesa. Carlos Manuel leía pasajes de las obras de Descartes, el barón de Montesquieu, de Rousseau y de Mably, entre otros. Estaba metido en el mundo de los ensayos, la novela, la poesía, las obras de teatro y la crítica artística y literaria.
En la Sociedad Filarmónica Pedro Figueredo, el otro bachiller en Leyes, recitaba versos satíricos compuestos por él mismo; el abogado Ramón de Céspedes pronunciaba discursos forenses y el médico Luis Bertot recetaba remedios para curar los brotes de gripe o influenza.
La gran proeza de Carlos Manuel fue darle unidad y vigor a la sensibilidad en ciernes, tal vez sin saberlo, contribuía a gestar una aspiración cubana y la certidumbre de pertenecer a una patria distinta a la española y reconocible en sus contornos más generales.
Aún los pensadores más sagaces, como Saco, Varela y Del Monte, no habían definido esa nueva cualidad del todo, no por falta de capacidad, sino debido a la complejidad que encerraba ese concepto. Al ser la nacionalidad cubana un sentimiento, que como todo sentimiento todavía se resistía a una exacta definición.
En la Sociedad Filarmónica las actividades cimentaban en la juventud local su pertenencia a un grupo, forjaban sentimientos comunes tras las pautas de la ilustración y el liberalismo democrático y una cultura más universal.
La obra de promoción cultural que realizaba la Sociedad Filarmónica, si bien no puede pasarse por alto, tampoco permite afirmar que tuviese una especial trascendencia, sin negar por ello los valores propios y los aportes de cada uno de sus miembros al enriquecimiento general de la cultura y el arte.
Animados por deseo de abrir nuevos espacios culturales, los socios levantaron un templete de música, de estructura circular. Originalmente fue de madera y el techo en forma cónica, a semejanza de los caneyes aborígenes. La techumbre era sostenida por columnas dóricas. De modelo sirvió el templete de la plaza de Armas de La Habana fundado por el obispo Espada en marzo de 1828, el cual fue inaugurado en la noche del sábado 2 de mayo de 1840, en la esquina de la avenida de San Juan y la calle Parada, a la vista de la plaza de Santo Domingo.
La iluminaron con faroles y la engalanaron con banderas y toda clase de colgaduras. Aquella obra era una forma más de expresar las ideas de libertad, ilustración y cultura del pueblo. De ahora en adelante, las orquestas tenían un lugar protegido y con acústica para sus actuaciones y el público un escenario para la danza y el baile.
Al calor de estas actividades, un grupo de jóvenes de la clase media con vocación artística contrató al profesor de música don Antonio Nuñez para fundar una Academia de Música, donde pudiesen aprender a tocar diversos instrumentos y las técnicas del solfeo.
Este plantel fue abierto el miércoles 5 de agosto de 1840. El objetivo declarado por los estudiantes y recogido en el contrato era formar una orquesta, la cual podía ser convocada por el director Antonio Nuñez a algunas funciones públicas durante el período de preparación.
En la sociedad Filarmónica se recitaban con frecuencia versos, compuestos por sus socios. Algunas de estas creaciones poéticas bayamesas a veces pierden algún mérito cualitativo para los críticos. Esto no quiere decir que no hubiese preocupaciones estéticas formales en los poetas, de lo que se trata es de no esquivar, soslayar, el sentimiento de lo cubano en una época en la cual escribir un verso de denuncia política y social podía convertirse en blanco de destierros y prisiones.
Más que logros formales, en los intelectuales de entonces primaba el desvelo por llevar a sus obras un sentido moral, una obra de utilidad pública. Ese sentimiento quedó plasmado en los versos tremendos de Céspedes del poema Contestación, escrito en enero de 1851: Nuestras son esas artes y cultura / que mueven tandas, más seguras ruedas; / nuestras son las nacientes alamedas, / del teatro la noble arquitectura, / y nuestros son los bailes cadenciosos / y nuestros los trabajos fatigosos…
Sin embargo, por la desidia de los gobernantes españoles todo se volvía trivial y monótono. Para los comienzos de 1850 una mirada crítica al entorno de Bayamo mostraba la falta de jardines y las malezas pululando por todas partes.
Necesariamente debía haber un cambio. Entonces, los hombres más emprendedores como Carlos Manuel de Céspedes, Lucas del Castillo, Perucho Figueredo, Francisco Vicente Aguilera y José Fornaris soñaron con insertarle a la ciudad arquitecturas más modernas.
Empero, las autoridades españolas no hicieron caso a proyectos tan nobles, cuyas esencias consistían en lograr una más amplia satisfacción de los derechos materiales y espirituales de los habitantes. En consecuencia, la iniciativa tomó el tortuoso camino de la indiferencia con la consiguiente exasperación de la juventud ilustrada. A pesar de la mala voluntad administrativa la lucha continuó porfiadamente.
No obstante, el edificio de madera de la Sociedad Filarmónica recibió un esmerado acondicionado con el propósito de escuchar los debates en torno a una poesía, un cuento, el fragmento de un ensayo o el borrador de un artículo costumbrista. El más respetado en sus criterios de estilo era Carlos Manuel, por su talento y reconocidos saberes. Sin dudas, eran jornadas de maravillosa energía creativa, que ponía en alto la espiritualidad de los escritores locales.
Las actividades en la Filarmónica la convirtieron en uno de los más sólidos espacios de sociabilidad en Bayamo. Pronto estuvieron en sus salones connotados artistas del ámbito nacional como los violinistas Enrique Ballet y Laureano Fuentes y Matons.
Después de la fundación del Teatro Bayamo, los jóvenes dedicaron sus energías en la construcción de un nuevo edifico de la Sociedad Filarmónica. El antiguo inmueble tenía un estado de progresivo deterioro, por lo que se planteó rediseñarlo con un edificio más moderno y salones más amplios.
Para agilizar los trámites burocráticos Pedro Figueredo y Carlos Manuel de Céspedes redactaron el nuevo reglamento de la institución. El principal objetivo seguía siendo ofrecer un espacio de cultura y diversión a las familias bayamesas, virtuosas y laboriosas. Entre las actividades estaría escuchar música, poesía, el juego de ajedrez y los bailes. Estipulaba que para el ingreso a la Sociedad La Filarmónica debía ser cubano limpio y honesto. Respecto a la asistencia de los españoles precisaba que fueran de probada cultura y con títulos nobiliarios o académicos. En el caso de los militares podían entrar en sus salones, pero vistiendo traje de etiqueta.
El ingreso sería mediante inscripción, con dos categorías de socios: de número y honorarios. El socio de número tenía derechos y obligaciones, mientras los socios honorarios serían aquellas personas que se honraran por su contribución al prestigio de la Sociedad.
Contaba con cinco secciones: Literatura, a cargo de José Fornaris; Declamación, Carlos Manuel de Céspedes; Música, Pedro Figueredo; Canto, Antonio Núñez y de Ajedrez, Jorge Carlos Milanés. Además, tenía una biblioteca formada con libros donados por los socios y con un gabinete de lectura.
Las mujeres gozaban de un salón-tocador, decorado con primor. Había una cláusula, tal vez no escrita, pero enfatizada hasta el agotamiento, la cual establecía que las criollas bayamesas debían abstenerse de casarse con hijos de la Península. Este requisito, bastante exigente y recio, retrata la mentalidad de franco rechazo a la metrópoli expoliadora. De no cumplirse no podría ingresar o mantenerse como miembros de la Sociedad.
Ante la demora de las soluciones, los ilustrados bayameses escribieron al capitán general Gutiérrez de la Concha, el que deseaba establecer una política de atracción con los criollos, en aquellos momentos un tanto revueltos y críticos políticamente. La máxima autoridad en la Isla no encontró razones de peso para negarles a los bayameses un espacio justo de recreación y ocio. No solo autorizó a edificar la sociedad cultural, sino llamó a trabajar por el embellecimiento de los paseos y los edificios públicos.
El 5 de enero de 1851 el periódico santiaguero El Redactor planteaba que los socios de la Sociedad Filarmónica bayamesa trabajaban con ahínco, y que los salones serían adornados con muebles y enseres heredados de su antecesora, pero sobre nuevas bases.
Un importante incentivo en estas obras lo constituyó la visita a Bayamo, unos días después, del gobernador interino de Oriente, el brigadier José Mac-Crohon. En horas de la noche, la juventud bayamesa le ofreció una de las acostumbradas serenatas, acompañada de más de cuarenta achos de velas. En el homenaje una orquesta, formada por profesores y aficionados, tocó elegantes piezas.
El lunes 24 de febrero de 1851 se llevó a cabo la elección de la nueva junta directiva de la sociedad La Filarmónica de Bayamo. Fue electo presidente Pedro Figueredo y vice el comandante segundo Felipe de Castro. A cargo de la secretaría quedó Carlos Manuel de Céspedes y como vice don Ramón de Céspedes. Para el control de las finanzas seleccionaron a Manuel Yero y como vice a José Catalán.
La nueva directiva asumió con mucha responsabilidad su cometido. La fecha inaugural fue fijada para el 2 de marzo. Al hablar de las dificultades constructivas que enfrentaba el inmueble de La Filarmónica, Céspedes planteaba: “Hoy se divisa un término cercano: lenta se avanza, más llegar porfía”.
En efecto, el 2 de marzo, el público se congregó desde temprano en la plaza. A las once de la mañana la nueva directiva, encabezada por Perucho Figueredo, recibió a los invitados en el salón de entrada. Se cortó la cinta, que dejaba abierta la Sociedad Filarmónica Cubana y se oyó el estampido de los fuegos artificiales. El agregado del vigoroso sustantivo cubana enfatizó en los valores que buscaba promover la institución en su segunda época. Solemnizó el acto la banda de música del Regimiento del Rey.
Una vez dada la bienvenida, hubo un baile de vals. Luego, como se esperaba, se sirvieron las bebidas sobrias y las golosinas. Por la noche tuvo lugar otro baile de sociedad, ofrecido por el teniente gobernador Toribio Gómez-Rojo a los vecinos de la ciudad. Fue concurrido y vistoso, especialmente por los elegantes trajes de las damas.
Se disfrutaba en sus salones varios juegos como la lotería, el tresillo y el dominó. Los bayameses preferían la lotería, donde se sacaban a la suerte cinco números de entre 90 y se premiaba divertidamente a los que tenían en sus billetes algunos de dichos números o sus combinaciones. El tresillo que consistía en el uso de naipes carteado que se juega entre tres personas, cada una de las cuales reciben nueve cartas, y gana en cada lance la que hace mayor número de bazas.
En el juego de dominó se empleaban 28 fichas rectangulares divididas en dos cuadrados, cada uno de los cuales llevan marcados de uno a seis puntos, o no lleva ninguno. Cada jugador ponía por turno una ficha que tenga número igual en uno de sus cuadrados al de cualquiera de los dos que están en los extremos de la línea de las ya jugadas, y ganaba quien primero coloca todas las suyas o quien se queda con menos puntos, si se cierra el juego.
La prensa oriental, especialmente El Redactor de Santiago de Cuba, destacó en sus páginas la alegría de los vecinos de Bayamo y el esplendor de la Sociedad Filarmónica Cubana. Sus redactores la elogiaron como el despunte de la “nueva era” o un “brillante destino” de la cultura en esta ciudad. Noticiaban que las primeras ideas de los ilustrados bayameses después del éxito de inaugurar el atractivo edificio, sería dirigir sus esfuerzos a mejorar grandemente el ornato público, lograr el aseo de las calles, componer las aceras y engalanar la Plaza de Armas, entre otros propósitos.
Este mismo fuego creador, colectivo y humano lo mantuvieron los bayameses por más de veinte años. Desde la Sociedad Filarmónica Cuba soñaron la felicidad de la patria y de todos los cubanos, sin temor a los sacrificios y las renunciaciones. Así, afiebrados por el vivo calor de la independencia de Cuba desafiaron al imperio español para crear la auténtica nacionalidad y cultura cubana. |
Sus orígenes datan del año 1851 cuando se funda en Bayamo por primera vez la Sociedad Filarmónica. Nace bajo las iniciativas de Carlos Manuel de Céspedes y tenía como objetivo fundamental la difusión de la cultura a través de sus manifestaciones. Desde su creación los miembros convirtieron la Sociedad en un centro de formación cultural y patriótica, para expresar los sentimientos, aspiraciones y planes con el objetivo de eliminar el sistema colonial, así mantener o crear tradiciones.
Actualmente, un espacio retoma el nombre de La Filarmónica por su precedencia histórica y cultural en la localidad. A través de este proyecto se dirige e impulsa el trabajo desde la esfera cultural que responde a intereses comunitarios entre las que encontramos la conducta social, la sensibilidad ante el arte, el buen hablar, el buen vestir y otros elementos que reflejan la cultura del bayamés.
Fue creado, inicialmente, para adultos, respondiendo a las necesidades a través de la cultura y para motivar a las personas que más cercanas estaban de este a tener una vida y disfrute sano. Se escoge como lugar sede la Ventana de Luz Vázquez y Moreno, porque en este sitio se cantó por primera vez La Bayamesa. Más tarde el espacio pasa a la Unión de Artistas y Escritores de Cuba (UNEAC) de la localidad, como institución rectora y pertenece al Centro de Intercambio y Referencia e Iniciativa Comunitaria (CIERIC).
El espacio funciona los sábados cada 15 días y abre sus puertas a todas las personas que deseen participar de una noche de esparcimiento. El mismo posee una estructura y un reglamento con deberes y derechos para los asociados. En las actividades participan, como protagonistas, los artistas aficionados orientados a su vez por profesionales del arte.
Cuentan en su repertorio con un grupo de teatro, un dúo de trovadores, emergen solistas, parejas de bailes, humoristas, entre otros; cada cual se transforma en el personaje que más le acomada y complace. También se realizan concursos de poesías, peñas y eventos de índole provincial y nacional.
Hoy La Filarmónica de una nueva era revolucionaria, a sus 17 años de sistematización, trabaja la cultura desde y para la comunidad, en función de satisfacer las necesidades espirituales y artísticas que contribuyen al mejoramiento de la calidad de vida y el bienestar subjetivo de la población. Se convierte en un nuevo lugar para visitar y donde el conpartir y entretenerse no faltan. También rescata las tradiciones perdidas como la serenata, la vuelta al parque de la ciudad, las tertulias bayamesas.
El espacio se ha convertido en un club de amigos y sus principales resultados radican en la existencia de un reconocimiento del contexto donde se desarrolló el Proyecto. Muchos aprendizajes evaluados en la práctica que tienen que ver con metas propuestas en el proyecto y en el plano personal y social, que no permiten concluir el mismo, porque han existido transversales de sostenibilidad como la creatividad, la participación comprometida, la creación de grupos artísticos, ya hoy aficionados que son solicitados para amenizar actividades de importancia en el municipio.
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